De ABC.es 
Llevaban nueve meses esperando salir de prisión y
 cuando ayer lo consiguieron la Guardia Civil les estaba esperando en la
 puerta de la cárcel de Cáceres para colocarles de nuevo las esposas 
tras una paciente espera. Son los cinco individuos, miembros de una banda, acusados de asaltar la Base General Menacho de
 Bótoa (Badajoz) el 28 de febrero del año pasado de donde se llevaron 
diez pistolas Llama M82, 9 milímetros parabellum y veinte fusiles de 
asalto HK G-36, que «duermen» en algún escondite y que los 
investigadores buscan en varios puntos de la provincia con autorización 
de la juez togada militar de Badajoz. 
Los cinco sospechosos, según ha podido saber ABC, estaban en prisión preventiva desde el pasado 4 de septiembre cuando en una sola noche asaltaron cuatro sucursales bancarias de
 Caja Extremadura y Banesto en las localidades cacereñas de Baños de 
Montemayor, Galisteo y Alagón del Río. En el último atraco, en torno a 
las cinco de la mañana fueron detectados por la Guardia Civil tras 
recibirse la alerta de la central de alarmas. Fue entonces cuando se 
inició una persecución delirante en la que los ladrones se saltaron dos 
controles, dispararon contra los agentes e
 intentaron atropellar a un guardia. Abandonaron el Audi A-8 robado en 
el que huían y se refugiaron en las copas de las encinas de una zona 
boscosa de Casatejada (Cáceres). Los individuos fueron detenidos tras un tiroteo en el que dos de ellos resultaron heridos de bala e ingresaron en la cárcel por orden judicial.
Del mismo barrio de Badajoz
El
 cabecilla del grupo es Marcos Antonio Castellanos, de 27 años, un 
exmilitar que estuvo destinado en la base militar de Botóa, de ahí que 
la conociera a la perfección. Junto a él perpetraron el audaz robo su 
hermano José Manuel Castellanos, de 31 años, y tres compinches de entre 
22 y 27 años (D. M. G., A.A.R. y D.M.L). Todos son españoles, proceden 
del mismo barrio de Badajoz y tienen numerosos antecedentes. Los 
investigadores sospechan que han cometido decenas de robos con fuerza en
 Extremadura. 
Los
 Castellanos estuvieron en el punto de mira de los investigadores desde 
los primeros días del asalto porque se sospechaba que no era la primera 
vez que entraban a robar en la base de Bótoa,
 sede de la Brigada Mecanizada de Infantería Extremadura XI del Ejército
 de Tierrar. En abril de 2008 en ese mismo acuartelamiento militar tres 
individuos se apoderaron de un vehículo blindado tipo oruga estacionado 
en los talleres del Regimiento de Carros, forzaron la oficina donde 
estaba un cajero del BBVA y lo arrancaron de cuajo. Agentes de la base 
los sorprendieron, pero lograron ocultarse en los barracones y huir. 
Las armas «duermen»
En los meses previos al robo de armas se produjeron sustracciones de ordenadores, baterías y llantas de vehículos,
 así como diverso material. Todas las investigaciones apuntan a los 
mismos individuos por las similitudes en los golpes. Pese a los indicios
 de que eran los autores del asalto no se les pudo detener—aunque 
estuvieron bajo control— porque no había suficientes indicios sobre el 
paradero de las armas, valoradas en más de 30.000 euros.
Se
 cree que las pistolas y los fusiles no han sido vendidos a ninguna 
organización criminal ni terrorista como se llegó a especular. Primero 
porque los detenidos no tienen contactos a ese nivel y segundo porque 
sospechaban que los agentes les seguían los pasos muy de cerca y no 
querían arriesgarse más de lo que ya lo habían hecho. 
Los
 dos hermanos son los líderes de la banda, tipos bragados, violentos, 
que no dudan en tirar de pistola o escopeta si se ven en apuros como 
hicieron en septiembre; durante el robo a la base también demostraron su
 sangre fría: intentaron forzar varios todoterreno «Aníbal» hasta que 
consiguieron arrancar uno, ya dentro del acuartelamiento. A 
continuación, pertrechados solo con una cizalla y una llave grifa, 
rompieron todo lo que se les puso por delante, inutilizaron una alarma 
sonora y subieron hasta la taquilla del sargento encargado del armero. 
La abrieron y robaron su uniforme, en busca de los códigos de seguridad. 
El asalto al acuartelamiento puso en evidencia la falta de medidas de seguridad
 de una instalación crítica como esa. De hecho, de las 44 cámaras de 
seguridad con las que contaba en esos momentos solo funcionaban algunas y
 en dos años se sucedieron distintos episodios de robos que solo 
trascendieron en parte. 
En
 su día la ministra de Defensa, Carme Chacón, sostuvo que en la base no 
fallaron los medios técnicos, sino las personas para justificar de ese 
modo por qué se detuvo a los cuatro militares que estaban de guardia esa
 noche y que en modo alguno participaron en el robo. 

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