Mònica Bernabé | Darr-e-bum (Afganistán)
Link; http://www.elmundo.es/elmundo/2012/12/04/espana/1354577197.html?a=9b9b414afbe9d507cbbc346998f56205&t=1354607838&numero=
La operación de las tropas españolas en el peligroso valle de Darr-e-bum,
en la provincia afgana de Badghis, debía empezar a las ocho de la
mañana, pero a las ocho no se veía nada. El día amaneció con una espesa
niebla baja y parecía que el mundo se acabara más allá de la puerta de
entrada del puesto avanzado de combate de Moqur. Una pared de bruma
densa rodeaba el campamento, donde decenas de efectivos españoles se
habían concentrado para entrar en acción.
"Esperaremos una o dos horas a que la niebla se levante", el capitán
Romero, de la 23 compañía Azor del batallón Toledo de la Brigada de
Infantería Ligera Aeorotransportable (Brilat), anunció a sus soldados a
pie de los vehículos blindados. Su pronóstico resultó demasiado
optimista. A las diez de la mañana la visibilidad continuaba siendo
nula, y el convoy de más de treinta vehículos tuvo que esperar para
iniciar la marcha una hora y media más, cuando el cielo ya empezó a
despejarse y los helicópteros de evacuación médica podían volver a volar
en caso de que ocurriera una emergencia. "He planificado todo de
nuevo", comentó el comandante David Cuesta, antes de subirse al blindado
y aún optimista de que la operación se podría llevar a cabo aunque empezara con más de tres horas de retraso.
Las tropas españolas debían llegar primero hasta el valle de
Darr-e-bum, situado a unos veinte kilómetros al norte de Moqur. Y una
vez allí, reconocer el terreno. La operación propiamente dicha se
llevaría a cabo al día siguiente, tras hacer noche en el campamento
Hernán Cortés, antes de efectivos españoles y ahora ocupado por afganos.
"A estas alturas toda la insurgencia ya se habrá enterado de que estamos aquí",
el teniente Daniel González Fernández comentó con resignación vigilando
la carretera desde un blindado Lince encaramado en lo alto de una
colina. El vehículo subió la ladera balanceándose y rugiendo como un
león, pero al final llegó a la cima, desde donde se podía avistar
perfectamente el mar de colinas peladas que conforman el paisaje de
camino a Darr-e-bum.
El role del Ejército afgano, es decir el Humvee con un rodillo
frontal que los soldados afganos utilizan para inspeccionar la carretera
a la búsqueda de posibles artefactos explosivos, tenía "problemas
técnicos". En teoría la operación en Darr-e-bum iba a ser una
intervención conjunta de tropas españolas y afganas. Por lo tanto, si
los afganos tenían problemas, no se les podía dejar tirados. Todo el
convoy quedó paralizado y tomó posiciones de vigilancia para responder a
un posible ataque, mientras se intentaba solucionar la avería. Los
afganos calcularon que les llevaría "veinte minutos". Al final tardaron
más de media hora.
Después de los afganos, tocó el turno a los españoles. Una hora más
tarde el sistema de transmisiones de un vehículo Lince también se averió
y hubo que subirlo a un camión de recuperación Vempar. "Lo peor es que,
como se estropee otro vehículo, esa baza ya no la tendremos y habrá que
remolcarlo", vaticinó el soldado Álvaro Fernández Gómez. Como si fuera
una pitonisa, su predicción se cumplió y, en el trayecto de regreso a
Moqur, un RG-31 se averió y hubo que arrastrarlo. Según el capitán
Romero, eso les ocurre casi cada semana. "Los vehículos ya están muy
tocados, después de utilizarlos cada día durante tantas rotaciones",
argumenta.
Las tropas españolas llegaron al campamento Hernán Cortés,
en el valle de Darr-e-bum, hacia las cinco y media de la tarde, cuando
ya oscurecía. Con la espalda doblada del chaleco antibalas, el trasero
cuadrado tras más de cinco horas de viaje, casi sin comer y, lo peor de
todo, sin haber reconocido el terreno para la operación del día
siguiente. "Mi teniente, ¿y qué vamos a hacer ahora? Ya es casi de
noche", preguntó el soldado Fernández Gómez al teniente González. "Pues
yo que sé. Dormir y comer raciones de combate", contestó el oficial por
decir algo.
Y sí, los militares en el campamento Hernán Cortés comieron raciones
de combate y durmieron, pero en el suelo, a la intemperie y con temperaturas bajo cero.
Y también se turnaron para hacer guardia hasta las cinco y media de la
mañana, hora en que tocó diana para llevar a cabo por fin la operación
en el sur del valle de Darr-e-bum. Esta vez, confiaban, sin imprevistos.
foto: Mònica Bernabé
fuente: El Mundo
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