Mònica Bernabé | Ludina (Afganistán)
"Vámonos antes de que nuestro otro enemigo, el tiempo, nos ponga más
problemas", el teniente Sergio P. Casla dijo por radio a sus soldados a
pie del blindado Lince, a la vez que un nubarrón enorme empezaba a
descargar agua a cántaros y le dejaba completamente empapado. El tirador
del vehículo se mantuvo impertérrito, de pie, con la cabeza un poco
gacha y aferrado a su ametralladora, a pesar de que parecía que alguien
le estuviera tirando cubos de agua directamente a la cara. Llevaba
uniforme militar impermeable, guantes y gafas de nieve, pero llovió
tanto en tan poco tiempo que la protección no parecía que sirviera de
mucho.
"Mira Nori, ¡cómo se ha puesto la tierra!", la soldado Vanesa
Fernández -o "Vane", como la conoce todo el mundo- exclamó dirigiéndose
al tirador, el soldado Rodrigo Noriega, ya un poco repuesto tras la
tromba de agua. "¡Hostia, cómo va el río!", dijo éste, sin dar crédito a lo que veía.
En cuestión de minutos, el paisaje se desdibujó convirtiéndose en un
enorme barrizal por donde los vehículos militares tenían serias
dificultades para avanzar.
Militares españoles intentan desencallar un vehículo militar del fango, en la provincia de Badghis. | M. B.
"En teoría esta parte de la carretera está arreglada, ¡y mira cómo
está ahora! Y eso que sólo ha llovido un día y medio", se lamentó el
teniente Casla. Una empresa está haciendo obras de mejora en la ruta
Lithium, la única carretera en teoría practicable que en la actualidad
une el sur con el norte de la provincia de Badghis, en el noroeste de
Afganistán. Los peones trabajan desde el verano pasado y las tropas españolas se encargan de su protección, patrullando por la carretera constantemente.
La insurgencia no quiere que la vía se arregle. Su
mejora facilita el acceso de los efectivos de seguridad al distrito de
Bala Murghab, donde los talibán tienen su santuario al norte de la
provincia.
La carretera es una simple pista de tierra -o de barro, ahora-, y las
obras de mejora consisten en quitar los pedruscos de la calzada,
anivelarla y aplanarla, y extender una fina capa de grava. Tan fina que,
tras la lluvia, la parte arreglada de la carretera se diferencia poco
de la que aún está por mejorar.
"¡Nori, haz fotos a los charcos de la carretera!", el teniente Casla
grita al tirador desde dentro del vehículo. El coronel jefe de las
tropas españolas en Badghis, Fernando G. González-Valerio, se ha tomado
muy en serio que la carretera quede bien y un oficial se encarga de
supervisar los trabajos. Ya que ellos están haciendo el esfuerzo de
proteger las obras, que al menos sirvan de algo. En la actualidad la 22
compañía Rey Pelayo del batallón Toledo de la Brigada de Infantería
Ligera Aeorotransportable (Brilat) se encarga de patrullar la vía.
La soldado Vane lleva una bolsita de color naranja y un pedazo de
piel con plumas dentro del vehículo Lince, colgados de uno de los
hierros de la estructura. Para que les dé suerte, dice. En el blindado
también hay una cinta de color azul dedicada a la virgen de Covadonga,
de Asturias, de donde proceden la mayoría de soldados. Pero ni con todos los amuletos del mundo es posible transitar sin problemas por esa carretera,
y al rato un blindado RG-31 se queda encallado en el fango. Los
soldados tienen que batallar durante casi una hora para sacarlo del
barro, echando paladas de tierra y remolcándolo con dos vehículos Lince.
"Ésta es mi tercera misión en Afganistán. Una vez estuve en verano, y
dos en invierno", relata el teniente Casla. "Y el invierno es mucho
peor que el verano", asegura. Las extremas condiciones climatológicas,
con nieve, lluvia y temperaturas bajo cero, son el otro enemigo de las
tropas españolas en Afganistán. Pero también la corrupción. Según datos
publicados recientemente por la asociación Tansparency International,
Afganistán ha vuelto a ser este año el país más corrupto del mundo,
junto a Corea del Norte y Somalia.
fuente: El Mundo
* Estamos en Twitter @Lqt_blog y facebook.
No hay comentarios:
Publicar un comentario