El Regimiento Acorazado “Pavía” nº 4 ha dejado de ser una unidad específicamente de Caballería, al sumar a su orgánica un Batallón de Infantería: el “Flandes”
El caso de la transformación del “Pavía” es un tanto peculiar. En primer lugar, porque se convierte en Regimiento Acorazado partiendo de un Regimiento de Caballería, cuya Arma se cae del nombre. Esto se comprende mejor cuando se sabe que suma a su orgánica un Batallón de Infantería, que no es otro que el “Flandes”, un Batallón ligero que, hasta hace unos meses, pertenecía a la disuelta Brigada “San Marcial”, también ligera.
Así que la realidad es que a Zaragoza, tras muchos años de ausencia —desde que en 1985 se disolviese el Regimiento de Infantería “Las Navas” nº 12—, han vuelto los infantes. A principios de año eran muy pocos, ya que sólo 80 se trasladaron con el Batallón desde Vitoria, donde llevaba un siglo de guarnición, a la capital maña. Ahora rondan los 200 y, a medida que se vayan activando compañías, su número irá aumentando.
Muchos mandos han tenido que reciclarse ante la llegada de los Leopardo
Con la llegada de más carros, la unidad ganará en potencia de combate
El Grupo y el Batallón comparten actividades de formación relacionadas con el Leopardo
Esta reconversión que, sobre el papel, parece resuelta, para el coronel Turiño está muy viva en su día a día. Ha pasado de mandar un Regimiento de Caballería que siempre ha hecho gala de su espíritu jinete, y cuyos soldados gustan de llamarse húsares, a estar, en 2016, al frente de otro que cuenta con un Grupo de Caballería Acorazado, el “Húsares de la Princesa”, y un Batallón de Infantería Ligera, el “Flandes”. Y esto es un dilema parecido al que se enfrenta un padre que tiene dos hijos y que «no puede hacer diferencias entre ellos», compara. El hermano recién llegado tiene que sentirse igual de querido que el que ya estaba, y es lo que han intentado en el Regimiento desde el primer momento, aún siendo conscientes de que hay demasiadas “lanzas” por todos sitios para un infante. Basta con darse una vuelta por la sala histórica del Regimiento, donde los motivos de Caballería son predominantes. Algo que pronto cambiará, porque habrá que hacer sitio a parte de la gran cantidad de objetos de importante valor histórico que el “Flandes” ha atesorado en sus 400 años de historia y que les acompañaron en su mudanza. De igual modo, el Himno de Infantería o tener a la Inmaculada como patrona son ya parte de los símbolos del Regimiento, junto al Himno de Caballería o a Santiago Apóstol.
La nueva situación también ha convertido a la Plana Mayor de Mando del Regimiento en mixta; esto es, con representación de las dos armas. Aunque de momento los infantes están en clara minoría en cuanto a número —son sólo tres—, se sienten en buena compañía.
El brigada Piña, procedente de la Brigada “Extremadura”, afirma que, si no fuese porque se encuentra a muchos kilómetros de su casa, no se plantearía cambiar de destino, porque al Batallón lo ha visto renacer. Se encuentra muy a gusto con sus compañeros y el trabajo en la S-4 (Logística) lo controla, porque las aplicaciones son las mismas con las que ya trabajaba en Badajoz. «Hasta me está saliendo la lanza», bromea señalando el escudo de Infantería de su uniforme.
Igual de contento está el soldado Quintanilla, que está en S-1 (Personal), y que es uno de los que vino desde Vitoria. Aunque el volumen de trabajo ha sido muy grande en el último trimestre del año pasado y principios de este, no se queja. «Te hace sentirte útil y que has colaborado con algo que está en marcha», afirma.
El Leopardo, la gran estrella
Pero el cambio más sustancial es el que se deriva de su nueva condición de unidad acorazada y de la llegada de los Leopardo. Un material que ni en el Grupo ni en el Batallón tenían en dotación, por lo que ha habido que ponerse manos a la obra para formar a jefes de carro y tripulaciones. También a especialistas de mantenimiento y mecánicos, que forman un 2º Escalón común para ambas unidades, donde se ha integrado gente con experiencia que contribuye al reciclaje de los que no estaban habituados a los carros.
Carros Leopardo de la unidad
En esta tarea de adaptación al Leopardo lleva algo de ventaja el Grupo de Caballería, ya que, tal como señala su jefe, el teniente coronel Vela, «la tradición del Grupo y del Regimiento es acorazada, y la mentalidad carrista nunca se ha perdido». No obstante, en los últimos años, los húsares sólo han contado con vehículos VEC y Centauro, con lo que tienen que dar el salto de ruedas a cadenas.
Pero más grande es aún el que han tenido que dar los que llevan toda su vida en unidades de Infantería Ligera, como el comandante Beneitez, el jefe de Operaciones del Batallón. Reciclado como carrista, su ocupación principal ha sido la formación de los puestos tácticos del carro: jefe, conductor y tirador-cargador. Eso ha permitido que, en pocos meses, se cuente con ocho tripulaciones formadas y otras ocho que están en proceso. Admite que al personal «se le ha exigido mucho, pero el resultado ha sido muy positivo, porque es gente muy motivada con poner en marcha esta nueva unidad».
Los colores rojo y azul se alternan en las pañoletas, evidenciando la presencia de las dos armas: Infantería y Caballería
Un ejemplo de ilusión es el soldado Del Río. Recién salido del Centro de Formación de Tropa, llegó al “Flandes” y comenzó el curso de tirador. «Nunca imaginé que tuviese que estudiar tanto en el Ejército», apostilla.
Tras muchas horas teóricas y prácticas en el simulador, puede presumir de ser uno de los primeros tiradores del Batallón y ansía que llegue noviembre para participar en el primer ejercicio de fuego real de la unidad y, como suele decirse, tener su bautismo de fuego.
El Batallón "Flandes" es una de las unidades con la media de edad más baja del Ejército
Con una tropa así, es normal que suboficiales como el sargento De la Torre o la sargento Araujo estén encantados. El primero, uno de los más veteranos del Batallón, en el que lleva casi diez años destinado, ha tenido que “cambiar el chip” para adaptarse a los TOA y poder enseñar a los suyos; la segunda, ha llegado procedente de la Brigada XI, y reconoce que se pasa muchas tardes revisando manuales para evitar dejar sin respuesta alguna de las muchas preguntas que le plantea una tropa con numerosas inquietudes.
La refundación del "Flandes"
La ilusión y dedicación de todo este personal, muchos de nueva incorporación y con una media de edad en torno a los 25 años, ha ayudado mucho a que el “Flandes” haya salido airoso de una refundación compleja. En primer lugar, porque esta ha implicado un cambio de ciudad, de Vitoria a Zaragoza, lo que ha conllevado poca estabilidad de personal. El derecho preferente para elegir destino, junto a los aprobados en academias y centros de preparación ha supuesto unos meses de idas y venidas que, poco a poco, se han ido calmando. Y en segundo lugar, porque la asunción del espíritu acorazado requiere su tiempo. Pero lo que más le interesa al jefe del “Flandes”, teniente coronel Valdés, en estos momentos, es aumentar la operatividad cuanto antes. «Una unidad no es una academia, aunque la formación sea su actividad principal, pero encaminada a la operatividad», aclara. Eso se conseguirá a medida que vayan llegando más Leopardos, vehículo que les define como futuro Batallón de carros en el que tienen que transformarse. A pesar de esta modificación, el Batallón quiere seguir manteniendo viva la memoria y la personalidad que distinguen a una unidad con cuatro siglos de historia.
Menos escuadrones
Aunque no cabe duda de que para el “Flandes” han sido meses cruciales, no lo han sido menos para el “Húsares de la Princesa”, que ha reducido su número de escuadrones. Pero, el mayor esfuerzo para ellos, ha estado en el despliegue simultáneo del Grupo en dos misiones internacionales —Mali e Irak—, y en la aportación de un escuadrón al Battle Group de la Unión Europea para 2017. Al frente del mismo está el capitán Juan Martín, un veterano del Grupo —con casi ocho años en la unidad— y uno de los que mejor ha entendido que ahora todos forman parte del mismo equipo. No en balde, la unidad que tiene bajo su responsabilidad cuenta con apoyos que pone el Batallón, como los morteros. Y es que, como dice el lema del “Pavía”, a pesar de los cambios, el Regimiento se mantiene impertérrito.
De: Ejército de Tierra.
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