Desde el momento en que se recibe la llamada del Jefe de Servicio del (EMA) nos ponemos a funcionar. Lo primero que necesitamos son datos, como es el barco, qué le pasa al enfermo, como podemos traerlo a bordo etc.
El buque en cuestión es el Sagamar, un yate de lujo de 34 mts de eslora y se encuentra a unas 300 millas al NW (Noroeste) de nuestra posición, así que ponemos rumbo hacia el y le solicitamos que el se dirija a rumbo SE (Sureste) para que podamos encontrarnos tan pronto como sea posible. Una vez nos informan de que están de acuerdo y que ya arrumban hacia nosotros, calculamos que nos encontraremos con el de noche, sobre las 2300.
Al parecer, el herido tiene una tremenda infección en la rodilla que si no se trata pronto, puede llegar a causarle la muerte. A medida que pasan las horas vamos acercándonos, poco a poco, un buque al otro. A bordo nos preparamos para poder llevar un equipo médico al Sagamar para poder evaluar y evacuar al maltrecho tripulante. Ya llega el ocaso, la noche se presenta oscura, tenemos la suerte de que el viento está amainando un poco y nos acompaña una mar tendida de dos metros y medio. La maniobra no va a ser sencilla, pero qué menos podemos hacer los unos por los otros en la mar.
Ya se empieza a divisar la luz de tope del Sagamar, tan pronto como tenemos comunicaciones, se le indica que se coloque por nuestra aleta de babor. El personal que va a participar en el rescate ya esta listo para embarcar en la RHIB (embarcación semirígida) del buque. Allí se encuentran el Tte Coronel médico Carlos Quilez, el Capitán de Corbeta Manolo Gómez de Olea, el Brigada Contramaestre Javier Somaza, el Cabo 1º Chema Medarde y los enfermeros ya muchas veces nombrados en estos “vidas a bordo”, el Capitán Paco Faba y el Teniente Saúl Fernandez Pino. A las 2345 y una vez la RHIB se encuentra en el agua, todo el personal embarca y se dirige al Sagamar. El patrón de la RHIB, la Cabo 1º Mari Angeles Yuste y el proel, el Marinero David Navarro, gobiernan la embarcación sin problema hasta nuestro destino. A bordo del yate nos esperan con ansiedad, preocupados por su marinero que sufre tremendos dolores que le hacen hasta perder la consciencia momentáneamente. Tan pronto como subimos a bordo, el equipo médico se pone manos a la obra y en un santiamén lo tienen listo para evacuarlo a la camilla de la RHIB. Tras una curiosa y complicada maniobra, desembarcamos al herido a nuestra embarcación y tal como llegamos, nos vamos y regresamos a nuestro buque, donde ya espera el equipo completo de especialistas de la Agrupación para operarle tan pronto como llegue al hospital del Castilla.
Tan pronto como la camilla entra por la puerta del costado, el enfermo es trasladado al quirófano. Allí está todo preparado para operarle, nuestro traumatólogo y el cirujano se ponen manos a la obra y a las dos de la mañana ya está operado y sin peligro alguno. Daba gusto ver como todo el personal médico de a bordo, desde los sanitarios hasta los especialistas, estaban esperando al paciente y se mantuvieron pendientes de cómo se desarrollaba la operación de principio a fin.
Desde que tenemos la embarcación y todo el personal a bordo, el buque se dirige a un punto de encuentro con una corbeta portuguesa a la que transferiremos nuestro paciente para que lo traslade a tierra y se haga cargo de Él el Centro de Coordinación y Rescate de las Islas Azores.
Al día siguiente y gracias a los cuidados de nuestro equipo médico, la inflamación de la infección ya va desapareciendo y el enfermo se deshace en elogios y agradecimientos con todo aquel que se acerca a preguntar como se encuentra. Un poco después de la hora de comer ya tenemos la corbeta a la vista y el helicóptero de la Quinta Escuadrilla despega para transferirles al ya tranquilo marinero del Sagamar. Una vez finalizada la transferencia, el Morsa toma de nuevo a bordo y el buque continúa con su derrota rumbo a casa.
Como por aquí dice más de uno, el marinero del Sagamar, “ha visto a la Virgen” y bastante de milagro tiene la cosa, porque, díganme ustedes, ¿quién tiene la suerte de encontrarse realmente grave en medio del Atlántico y de que el barco más cercano se trate de un buque como el Castilla, con hospital y con un equipo médico de 45 personas, entre sanitarios, enfermeros y médicos especialistas? De lo que si estamos seguros es de que Scott, que así se llama, nunca olvidará el nombre de nuestro barco.
Bueno, pues ya finaliza el domingo y tras estos dos entretenidos días en que hemos tenido la suerte de poder ofrecer ayuda a otro buque en la mar y dando gracias porque hemos llegado tiempo para que el tal Scott se encuentre sano y salvo rumbo a las Azores, nos despedimos, un día más, sin olvidarnos de nuestra eterna coletilla…
¡Mañana más!...(solo quedan cinco días, pero ¿pasará algo más?..)
fuente: Armada española.*a otra cosa mariposa...
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