Los últimos cinco piratas abandonan el Alakrana a las 14.04 horas del martes a bordo de una lancha con destino a la playa más cercana. De inmediato, el patrón del pesquero, Ricardo Blach, telefonea a la fragata Méndez Núñez para dar aviso de la feliz novedad a bordo. Dos helicópteros despegan. El primero se encarga de proteger al atunero, pues cerca de la zona navega otro grupo distinto de corsarios y se teme, por lo tanto, un segundo secuestro. El ridículo sería monumental. El otro helicóptero parte a la caza de los piratas, pero en solo dos minutos estos casi alcanzan la playa. Desde la aeronave, no obstante, se dispara contra la lancha. Primero a proa y, después, en un intento de dañar el motor, a popa. La misión militar de captura es un fracaso total, pero el Gobierno pormenorizó ayer esa hazaña bélica con todo lujo de detalles para desmentir, tal vez, la teoría de la genuflexión que predica el PP. El Ejecutivo se esforzó por difundir que España no pacta con piratas, pero el relato oficial, finalmente, terminó por abrir nuevos interrogantes.
El Gobierno encargó el relato de lo acontecido a José Julio Rodríguez, jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad). Fue un relato, por supuesto, puramente militar. Hubo agradecimientos al papel del espionaje español y a las gestiones en la trastienda diplomática, pero el Ejecutivo prefirió repasar la crisis del Alakrana tal y como, se supone, fue vista desde el puesto de mando de las fragatas españolas desplazadas al Índico. No obstante, incluso ese repaso fue entrecortado. El general Rodríguez, escoltado por la ministra de Defensa, Carme Chacón, explicó por ejemplo, casi con pasión en los ojos, cómo el pasado 4 de octubre un grupo de soldados españoles entrenados para misiones de riesgo se lanzaron en paracaídas en alta mar y fueron recogidos por las fragatas por si se decidía asaltar en algún momento el Alakrana. Misión mensaje de firmeza gubernamental cumplida.
EL SACO DEL DINERO / Minutos más tarde, en cambio, fue parco en palabras para relatar los minutos finales del secuestro. En concreto, nada dijo de cómo llegó a manos de los piratas el saco que contenía el dinero del rescate. Los marineros retenidos lo oyeron caer desde el aire sobre la cubierta del atunero, e incluso están convencidos de que el botín se repartió a bordo, en la sala de oficiales. Tanto silencio sobre cómo se resolvió la crisis dio pie, al final, a más de una contradicción chocante. Antes de que Chacón y el general Rodríguez comparecieran a primera hora de la tarde para dar el parte de guerra, por la mañana, en una entrevista radiofónica, el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, aseguró que el Gobierno sabía perfectamente cuándo iba a producirse la liberación de los rehenes. Ese mensaje pareció chirriar después cuando el jefe del Jemad afirmó que la noticia de que el Alakrana estaba limpio de piratas se supo por una llamada telefónica realizada por el patrón de la embarcación. En realidad, el lanzamiento del dinero ya era una pista clara de lo que estaba a punto de ocurrir, pero ese detalle de la operación oficialmente no existe.
Sin embargo, la mayor sorpresa que deparó la intervención del general Rodríguez fue el hecho de que reveló, para incomodidad de Chacón, que luego trató de corregir el tiro, que el tenso episodio del 5 de noviembre, cuando el Ejecutivo aseguró que tres marineros habían sido llevados a tierra, fue una farsa simulada por los piratas solo para intimidar. El Gobierno llegó a afirmar aquel día que los agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) tenían perfectamente localizados en tierra a los pescadores españoles. Ayer, en cambio, quedó claro que los corsarios se limitaron a bajar del Alakrana a tres marineros, rodearon la nave y los volvieron a embarcar por el lado contrario. El susto a bordo entre sus compañeros fue mayúsculo, pues se tragaron el anzuelo y, lo que es peor, lo retransmitieron por teléfono a sus familiares con el refrendo del propio CNI.
EL PACTO DEL 15 DE ENERO / En cualquier caso, la versión oficial de los hechos sucedidos el martes frente a las playas de Somalia permiten al Gobierno combatir la tesis de que no hay ningún acuerdo secreto con los piratas para, por ejemplo, poner en libertad antes del próximo 15 de enero a sus dos colegas encarcelados en Madrid. Es la versión que los propios corsarios dan a quien les llama, como ayer Catalunya Ràdio. El Ejecutivo pone como prueba de que no es así el fuego de metralleta con el que trató de impedir que llegaran a la playa en su huida los últimos bucaneros que abandonaron el Alakrana.
El Gobierno encargó el relato de lo acontecido a José Julio Rodríguez, jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad). Fue un relato, por supuesto, puramente militar. Hubo agradecimientos al papel del espionaje español y a las gestiones en la trastienda diplomática, pero el Ejecutivo prefirió repasar la crisis del Alakrana tal y como, se supone, fue vista desde el puesto de mando de las fragatas españolas desplazadas al Índico. No obstante, incluso ese repaso fue entrecortado. El general Rodríguez, escoltado por la ministra de Defensa, Carme Chacón, explicó por ejemplo, casi con pasión en los ojos, cómo el pasado 4 de octubre un grupo de soldados españoles entrenados para misiones de riesgo se lanzaron en paracaídas en alta mar y fueron recogidos por las fragatas por si se decidía asaltar en algún momento el Alakrana. Misión mensaje de firmeza gubernamental cumplida.
EL SACO DEL DINERO / Minutos más tarde, en cambio, fue parco en palabras para relatar los minutos finales del secuestro. En concreto, nada dijo de cómo llegó a manos de los piratas el saco que contenía el dinero del rescate. Los marineros retenidos lo oyeron caer desde el aire sobre la cubierta del atunero, e incluso están convencidos de que el botín se repartió a bordo, en la sala de oficiales. Tanto silencio sobre cómo se resolvió la crisis dio pie, al final, a más de una contradicción chocante. Antes de que Chacón y el general Rodríguez comparecieran a primera hora de la tarde para dar el parte de guerra, por la mañana, en una entrevista radiofónica, el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, aseguró que el Gobierno sabía perfectamente cuándo iba a producirse la liberación de los rehenes. Ese mensaje pareció chirriar después cuando el jefe del Jemad afirmó que la noticia de que el Alakrana estaba limpio de piratas se supo por una llamada telefónica realizada por el patrón de la embarcación. En realidad, el lanzamiento del dinero ya era una pista clara de lo que estaba a punto de ocurrir, pero ese detalle de la operación oficialmente no existe.
Sin embargo, la mayor sorpresa que deparó la intervención del general Rodríguez fue el hecho de que reveló, para incomodidad de Chacón, que luego trató de corregir el tiro, que el tenso episodio del 5 de noviembre, cuando el Ejecutivo aseguró que tres marineros habían sido llevados a tierra, fue una farsa simulada por los piratas solo para intimidar. El Gobierno llegó a afirmar aquel día que los agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) tenían perfectamente localizados en tierra a los pescadores españoles. Ayer, en cambio, quedó claro que los corsarios se limitaron a bajar del Alakrana a tres marineros, rodearon la nave y los volvieron a embarcar por el lado contrario. El susto a bordo entre sus compañeros fue mayúsculo, pues se tragaron el anzuelo y, lo que es peor, lo retransmitieron por teléfono a sus familiares con el refrendo del propio CNI.
EL PACTO DEL 15 DE ENERO / En cualquier caso, la versión oficial de los hechos sucedidos el martes frente a las playas de Somalia permiten al Gobierno combatir la tesis de que no hay ningún acuerdo secreto con los piratas para, por ejemplo, poner en libertad antes del próximo 15 de enero a sus dos colegas encarcelados en Madrid. Es la versión que los propios corsarios dan a quien les llama, como ayer Catalunya Ràdio. El Ejecutivo pone como prueba de que no es así el fuego de metralleta con el que trató de impedir que llegaran a la playa en su huida los últimos bucaneros que abandonaron el Alakrana.
fuente: el periodico.
*a otra cosa mariposa...
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