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sƔbado, 28 de noviembre de 2009

Saltar por la Patria y sin 'red'.

El salto de aquel 18 de diciembre de 2008 podría haber sido sólo uno de los mÔs de dos mil que el soldado A. M., adscrito la Brigada Paracaidista con base en Javalí Nuevo, acumulaba a sus espaldas. Una corriente de aire, sin embargo, lo cambió todo. Este militar murciano, de 36 años de edad y media vida en el Ejército, sobrevolaba un paraje entre Cieza y Calasparra a 300 metros de altura cuando una térmica le cerró la campana del paracaídas.

«A cien metros del suelo el paracaĆ­das se me volvió a abrir pero con tan mala suerte que me empujó contra un almendro», explica desde una residencia militar en el Prat de Llobregat (Barcelona), donde reside actualmente. «Me golpeĆ© la cabeza a una velocidad de unos 70 u 80 kilómetros por hora». No ha vuelto a andar.


Este desafortunado accidente le provocó a este militar la luxación de dos vĆ©rtebras y una grave lesión en la mĆ©dula que le ha dejado paraplĆ©jico. Un riesgo que podrĆ­a derivarse de su peligroso oficio. Sin embargo Ć©l y su familia denuncian que la asistencia sanitaria prestada tras el impacto no fue la adecuada. «En la base de Alcantarilla nunca hay mĆ©dicos cuando se efectĆŗa un salto y deberĆ­a haberlos», explica con rabia. «Nosotros somos como los toreros. Hacemos un trabajo de riesgo».

Tras impactar contra el Ć”rbol, A.M. quedó consciente y tendido en el suelo de ese paraje, a medio camino de Cieza y Calasparra. «Me habĆ­a golpeado el pulmón izquierdo y no podĆ­a respirar. Me estaba ahogando y no podĆ­a moverme». En el lugar sólo habĆ­a, segĆŗn su relato, varios compaƱeros y un ATS. «El que, se supone, debĆ­a asistirme no sabĆ­a ni quitarme el paracaĆ­das. Tuve que explicĆ”rselo yo como pude».

La dificultad para acceder al paraje dónde se produjo el accidente precipitó los acontecimientos. Sus compaƱeros telefonearon al Centro de Coordinación de Emergencias y Ć©ste activó el dispositivo, pero lo abrupto del lugar dificultaba una rĆ”pida actuación y los nervios les llevaron a tomar una decisión. «Me subieron a una camilla de palos, sin ponerme ni un collarĆ­n, y me metieron en una especie de ambulancia», relata. «Tardamos media hora en llegar a Calasparra por un camino de tierra. PasĆ© las de CaĆ­n».

SegĆŗn relata este militar, sus compaƱeros habĆ­an quedado con la ambulancia del 112 en un punto intermedio: el centro de salud de Calasparra. «Al verme el mĆ©dico de la ambulancia enseguida les dijo que no me movieran. Entonces sĆ­ llamaron al helicóptero». Poco tiempo despuĆ©s, el sargento era trasladado en helicóptero desde el campo de fĆŗtbol municipal al hospital Virgen de la Arrixaca.

«La mayorĆ­a de los mĆ©dicos del EjĆ©rcito estĆ”n en AfganistĆ”n, pero creo que deberĆ­an cubrir el servicio con mĆ©dicos de la calle», explica A.M. Esa es la solución que se busca, segĆŗn relata, en las exhibiciones pĆŗblicas. «Cuando vamos a hacer un lanzamiento en un pueblo contratan una ambulancia con un mĆ©dico», recalca. «DespuĆ©s, por no gastarse el dinero, mandan un ATS».

El caso de este militar ya estĆ” siendo instruido por un juzgado de lo Penal de Cartagena. Esta misma semana han prestado declaración algunas de las personas que le asistieron tras su accidente y que rellenaron el expediente de lo ocurrido. «Lo que quiero es que a ningĆŗn militar vuelva a ocurrirle lo mismo».

fuente: laverdad.es

*a otra cosa mariposa...

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