http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/14/espana/1363258657.html Mònica Bernabé / Moqur, Afganistán.
Cuando en el campamento Ricketts ya no quedaba
ninguna tienda de campaña en pie, ni aparatos de calefacción, ni cocina,
y los generadores también habían sido desconectados y ya no había
electricidad en la base más allá del puesto de mando, empezó a nevar. Y
la situación de los soldados españoles se hizo aún más miserable si cabe
de lo que ya lo era el día antes.
"Mucho, mucho frío. Y mucho trabajo, y muchas guardias", el soldado Pedroche,
de 22 años, resumió así, con todos esos "muchos" y cara desencajada, lo
que suponía estar allí, en el puesto avanzado de combate de Moqur, en el noroeste de Afganistán, donde aún quedaba mucho que hacer para finalizar el repliegue, y poco para sobrevivir.
foto: Mònica Bernabé
Otros soldados se aventuraron a asegurar que aquel era el día más
frío de todo el invierno en aquella localidad afgana. O al menos, la
jornada que ellos más frío habían pasado porque antes podían secarse las
botas si las tenían mojadas o ponerse bajo techado si nevaba. Pero
ahora, ¿dónde?
A mediodía algunos militares se metieron a almorzar su ración de
comida empaquetada en el almacén de la cocina, que era una de las pocas
construcciones del campamento que no había sido desmontada. Y otros se
refugiaron en las cuevas excavadas en las antiguas fortificaciones de la
base, que en el pasado fue un fuerte inglés.
'Tangos' y 'Romeos'
"Decimos que los Tangos son el infierno, y los Romeo, el cielo", una
soldado definió de esta manera cómo eran los puestos de vigilancia desde
donde los militares debían hacer guardia en la base. Según todos, eso
es lo que les machacaba más: las guardias tras todo un día de trabajo.
Los Tangos eran las torres de vigilancia del campamento, situadas en su perímetro. Por eso, por la "t" de "torre". Y los Romeo, vehículos RG-31,
colocados en una especie de "rampas" desde donde se podía observar el
exterior del campamento. Dentro de los vehículos había calefacción y se
estaba calentito.
"Al menos no hace aire", el soldado Suárez intentó animar a su compañero, el soldado Rojas,
que a las siete y media de la tarde empezó su turno de guardia y, por
mala suerte, le tocó en uno de los Tangos. Arriba, en la torre, la
oscuridad era absoluta, y el frío, intenso, que se calaba en los huesos.
"Hacer guardia al menos te da mucho tiempo para pensar", comentó Rojas
intentando ser positivo.
"Yo pienso en lo que voy a hacer cuando vuelva a casa, en España".
La guardia de las siete y media de la tarde del 8 de marzo hasta las
siete y media de la mañana del día siguiente fue la última de los
soldados españoles en el campamento Ricketts. El día 9 todos se
trasladaron a la base española de Qala-e-now, en la capital de la provincia de Badghis, tras un acto oficial en recuerdo a los caídos.
"¿Hay que afeitarse mañana para el acto?", preguntó un soldado de los
que hizo la última guardia. "El sargento ha dicho que sí", contestó
otro. "¿Pero cómo nos vamos a afeitar, si no tenemos nada?".
Las cañerías de la base se congelaron a causa del frío. Los lavabos se
quedaron sin agua, casi impracticables, y el agua embotellada, apilada
en palés, también se convirtió en puro hielo.
fuente: El Mundo.
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