http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/16/espana/1363436803.html Mònica Bernabé | Moqur (Afganistán)
El capitán Romero ordenó a sus soldados que estuvieran listos a las
seis y media de la mañana. A las nueve, mandos militares españoles y
afganos y autoridades locales llegaban al campamento Ricketts, en la
localidad afgana de Moqur, y todo tenía que estar preparado.
Los militares se lavaron la cara como gatos, con toallitas húmedas de
bebé o con la poca agua que encontraron, y se pusieron en marcha. Las cañerías se habían congelado a causa de las bajas temperaturas, en el lavabo los grifos estaban secos y las cisternas de los retretes, vacías.
Los soldados hicieron una última batida por la base, con una bolsa de basura en mano, buscando cualquier desperdicio que
pudiera haber quedado olvidado. Realmente el puesto avanzado de combate
estaba irreconocible, parecía otro. Ya no había tiendas militares de
campaña, ni provisiones, ni munición almacenada, ni generadores, ni
depuradora de agua, ni construcciones de madera, ni contenedores
metálicos, ni basura, ni tan siquiera antenas o líneas de comunicación.
foto: Mònica Bernabé
Los militares habían puesto especial empeño en recoger cualquier trozo de cable,
por pequeño e inservible que fuera, para evitar que, tras su marcha,
los talibán pudiera utilizarlo para la fabricación de artefactos
explosivos, la principal arma de la insurgencia.
"¡Venga va, el último esfuerzo! ¡Maldita sea, ponedle ganas!, el capitán Romero recriminaba así a sus soldados para que se pusieran firmes y con la cabeza bien alta mientras ensayaban la parada con la que iban a cerrar el acto de transferencia del campamento.
Una empresa turco-estadounidense, EMJV, se va a quedar con las
instalaciones para construir una carretera de circunvalación que una el
sur con el norte de la provincia de Badghis.
"Esta gente no os conoce de nada. No os ha visto patrullar, ni hacer guardia. ¡Os jugáis la misión ahora!",
el capitán advirtió a la tropa. Tal vez exageraba, pero era cierto que
los mandos militares que estaban a punto de aterrizar en el campamento
no habían visto a aquellos chicos y chicas jugándose la vida en Moqur,
ni pasando noches en vela para mantener la seguridad de la base, ni
cargando con todo tipo de trastos para dejar impoluto el puesto avanzado
de combate y hacer posible el repliegue.
Finalmente, el helicóptero Chinook apareció, levantando la nieve que
cubría la base y duchando a quienes en tierra esperaban su llegada. Los
mandos militares y autoridades locales recorrieron el campamento junto a
representantes de la empresa EMJV, para comprobar que todo estaba en
orden.
Firmaron el acta de traspaso y pusieron cierre al puesto avanzado de combate con un acto de homenaje a los caídos en Afganistán.
Se arrió la bandera española con toda solemnidad, y dejando un regusto
extraño. De repente todo lo vivido allí quedaba atrás, se pasaba página.
"Muchas gracias por vuestro sacrificio y esfuerzo. Podéis marchar de aquí sabiendo que tenéis la misión bien cumplida.
¡Enhorabuena!", exclamó el general de brigada Carlos Aparicio, que se
desplazó desde Kabul para presidir el acto. Sus palabras resonaron entre
los pocos soldados españoles que quedaban en Moqur. La mayoría ya había
marchado.
Mi estancia en el campamento Ricketts ha sido posible gracias al
director de comunicación del Ministerio de Defensa, Diego Mazón, a quien
agradezco la celeridad de las gestiones realizadas para facilitarme
estar allí durante los últimos días, antes de su cierre. Así como al
jefe de prensa, Miguel Morer. Gracias a la Brigada de Infantería Ligera
Aeorotransportable (Brilat) por permitirme acompañarla una vez más en Afganistán, y en especial a su coronel, Fernando González-Valerio.
En ningún momento se me han puesto restricciones para informar,
más allá de la condición de no poder publicar ningún artículo hasta que
el repliegue se hubiera completado para así garantizar la seguridad de
los soldados.
Mi trabajo sobre el terreno ha sido posible gracias a los
responsables de información pública, el teniente coronel Severino Riesgo
y el sargento Alberto Vázquez, y el capitán jefe del puesto avanzado de
combate en Moqur, José Alberto Sánchez Romero. También me han apoyado
los comandantes David Cuesta, Juan Luis Carranza, y Daniel F. de
Bobadilla, y el sargento primero Javier Navarro. Por último, mis más
sincero agradecimiento al brigada Carlos Tercero por intentar hacer mi
estancia lo menos dura posible y que no pasara demasiado frío.
"Aún no me creo que nos vayamos de Moqur", comentó
un soldado en el interior del vehículo blindado, ya de camino a la base
de Qala-e-now. "Me está dando un poco de pena irme", añadió con voz
lánguida, aunque días atrás había asegurado, como todos los militares
españoles que estaban destinados allí, que quería marcharse.
fuente: El Mundo.
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