Vida a bordo 22 septiembre 2012.
Tras el descanso de Muscat ya estamos de nuevo en la mar. El puerto
no estuvo mal, ya que Omán es un país que está creciendo gracias al
petróleo y se nota. Sin ir más lejos, atracado cerca del Relámpago
estaba el yate del sultán, nada… un “chinchorro” de unos cuantos
metros de eslora y del que mejor no imaginarse como debe ser por
dentro, con lo que gusta el lujo por estas regiones (aquí se comprende
la famosa expresión “lujo asiático”…). Ahora, que mucho espacio para
almacenar cosas no debe de tener… porque para eso lleva su barco de
apoyo, de un porte también considerable para poder albergar, me
imagino, veleros, motos de agua o mini-submarinos… a saber, lo que sea
menester. En definitiva, que el yate del sultán resulta aparecer en la
red de redes como el tercero mayor del mundo, como serán los dos
primeros.
Registro amistoso de embarcación de pescadores.
Aparte del yate, que impresionaba, nada más salir a la calle ya se
aprecia que dinero no falta, y llama la atención lo cuidado de los
jardines, césped cortado milimétricamente, y numerosas cuadrillas para
su cuidado. En un lugar tan desértico sin embargo parece que el agua no
falta, dado el aspecto saludable del césped… si hacen un agujero están
para ponerse a jugar al golf. Otro detalle de que la salud económica
no marcha nada mal son los coches que se ven por las calles, muchos muy
nuevos y de marcas de prestigio, así como los hoteles, que ya solo de
entrar en el vestíbulo asusta.
Lo malo del puerto es que pasa como con las vacaciones, que siempre
son cortas duren lo que duren, pero en esos días todos aprovechamos
para descansar, ir de compras, hacer un poco de turismo y tomar algo con
los amigos. Cargar pilas en definitiva, que ahora tenemos unas dos
semanas por delante hasta el siguiente puerto y viene muy bien esta
recarga, y aunque de momento estos días están transcurriendo
tranquilos, nunca se sabe dónde ni cuándo puede saltar la liebre. Pero
tranquilos no quiere decir inactivos, porque actividad y trabajo no son
cosas que escaseen por aquí. Más o menos, el régimen de vida es este:
las guardias están hechas para que se esté seis horas de guardia y doce
de descanso. A esto hay que sumar el horario de trabajo fijo durante
la mañana, el vuelo también diario de helicóptero (que implica
prácticamente a toda la dotación) y los imprevistos que puedan surgir.
Así, dependiendo la guardia que haya tocado ese día, puede verse uno
con una cantidad considerable de horas de trabajo, que, si no surgen
imprevistos, más o menos se compensan porque al día siguiente toca el
“día bueno”, lo que hace que la media de horas no se dispare y haya
tiempo para relajarse viendo una peli, leyendo, charlando con los
amigos… o dándose una paliza en el gimnasio o cubierta de vuelo,
intentando desprenderse de esos gramos, o kilogramos, que se agarran
como garrapatas y ni aun con espátula consigue uno que se despeguen. Al
final habrá que sobornar a Don Tino para que deje de hacer
“delicatesen” casi a diario, que así no hay manera.
Repostaje en vuelo.
fuente: Armada española.
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